El país está concentrado en la pandemia del coronavirus que cada vez más eleva la atención pública, por su carga creciente de contagios y fallecidos. La situación tiende a complicarse más con el agotamiento de la capacidad hospitalaria y de laboratorios, desbordada por la fuerte demanda de los afectados.
La situación hace que la salud de la población sea la máxima y más urgente prioridad de los dos gobiernos en transición: uno que se prepara para salir y el otro que se prepara para entrar y hacerle frente a la crisis sanitaria.
En ese orden, los dos gobiernos acordaron restablecer el estado de emergencia por 45 días y el toque de queda, con el objetivo de romper con la cadena de contagio y hacer que la curva ascendente de la pandemia se aplane y comience su descenso, hasta controlarla a nivel de que la población pueda convivir con el Covid-19.
El ataque a la pandemia debe fundamentarse en dos líneas de acción consistente en hacer: primero, que la ciudadanía obedezca y cumpla con mayor rigurosidad el protocolo sanitario; y segundo, que las autoridades hagan cumplir los procedimientos establecidos de la distancia social, el uso de las mascarillas y el lavado de las manos, aplicando de ser necesario la represión frente a la indisciplina.
Esa estrategia debe acompañarse, además, del componente consistente en poner en condiciones la red hospitalaria, pública y privada, para hacerle frente a la gran demanda que provoca el avance de los contagiados del coronavirus.
El plan de ataque a la pandemia debe comenzar con las actuales autoridades y debe proseguir con las entrantes a partir del 16 de agosto, las cuales deben también integrar a las organizaciones de la sociedad civil y comunitaria, de modo que la ciudadanía entera se corresponsabilice en la detención de la pandemia y sus efectos nocivos.
Todo ese plan de trabajo debe ejecutarse en una institucionalidad económica en proceso de apertura, de modo que la población aprenda a conducirse en lo económico y social, incorporando las normas y procedimientos del protocolo sanitario.
El ataque a la pandemia, entonces, es una buena oportunidad para que los dominicanos aprendamos a comportarnos con racionalidad y dentro de la institucionalidad del Estado, al tiempo de dejar atrás el comportamiento arbitrario y emotivo, propio de los espacios primarios, para lo cual también hay que dejar atrás el conocimiento personalista y anecdótico propio de la “cultura de la pobreza” que orienta la conducta individualista, arbitraria y autoritaria.
¡Atacar con racionalidad y organización al Covid es una prioridad impostergable!
Países ejemplares
Cuando se habla de los países que en la región han manejado con mayor eficacia y eficiencia la pandemia del Covid-19, se resaltan Costa Rica, Uruguay y Cuba.
Los tres exhiben un mayor desarrollo de la institucionalidad colectiva no individualista, así como también en la institucionalidad sanitaria, donde muestran un gran énfasis en la salud preventiva, mediante el establecimiento de una amplia red de Atención Primaria, fundamentada en el médico familiar.
La incapacidad de los sistemas sanitarios y su ineficiencia en nuestros países, están asociadas a una institucionalidad individualista, basada en la capacidad privada de los individuos y no en la capacidad de respuesta del Estado.
¡Saquemos lecciones de esos ejemplos!