Por Luis Pérez Casanova
En torno a los procesos electorales, deprime que los traumas del pasado no acaben de superarse y que todavía perduren como una amarga pesadilla. Gente que irrespetó la institucionalidad, que en lugar de regirse por las normas obedecía los intereses de su partido o del poder hizo tanto daño a la institucionalidad de la Junta Central Electoral (JCE), que hoy, para dirigir la entidad, se prefiere, por encima de todo, personas apartidistas.
Es deplorable que para conducir un órgano que tiene entre sus funciones armar y fiscalizar las votaciones, los partidos, que garantizan administrar el Estado con pulcritud y eficacia, no puedan organizar unas elecciones equitativas, transparentes y con apego a las leyes. Al buscar fuera las personas que cumplan con la responsabilidad, las organizaciones políticas se autocuestionan.
La honestidad y transparencia que se exige a los militantes para ejercer una función pública no aplica en el caso de un organismo como la JCE.
Las inconductas de funcionarios que en el pasado fueron impuestos por el poder y que en lugar de fortalecer, mancharon la imagen y fomentaron la desconfianza al actuar como fiscales, jueces o representantes de intereses partidarios se han erigido como una sombra siniestra.
Esos nubarrones todavía se invoquen como pretexto para descartar a miembros de organizaciones políticas con solvencia moral y profesional para formar parte de la JCE.
Con una estructura burocrática como la de JCE y las condiciones que se plantean para integrar el organismo, los partidos también ensombrecen la imagen del país.
En Estados Unidos, que siempre es citado como referente de su sistema democrático, las elecciones del 3 noviembre, que organizan los estados, se acaban de iniciar por correo. Y en casi todos las naciones europeas y algunas de Suramérica son organizadas por los Gobiernos a través de ministerios como el de Interior y Policía.
Pero aquí, como si militar en un partido constituyera un estigma para formar parte de un organismo por demás administrativo y no deliberativo, se requiere como condición sine quo non que los integrantes sean apartidistas.
Los actuales miembros de la JCE, con Julio César Castaños Guzmán a la cabeza, hicieron su trabajo en las pasadas elecciones. Los errores que pueden atribuírseles no han sido por comisión.
Pero con todo y la independencia que mostraron tuvieron que enfrentar sonoras y masivas protestas con ribetes internacionales tras la interrupción de las municipales del 16 de febrero. Con la vigilancia que ha reivindicado la opinión pública hasta Jesucristo que presida la JCE tendría que actuar con el más estricto apego a la justicia, la Constitución y las leyes. Los partidos tienen la palabra.
Por: Luis Pérez Casanova
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