ARTICULOS: Reflexiones navideñas

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Por Chiqui Vicioso

Es tarde y se han apagado las luces del balcón y del arbolito. Apenas terminamos de colocar los nuevos nacimientos que se suman al de Uruguay, Bolivia, México, Haití, Chile, y al dominicano, curiosamente sin rostros.

La casa está llena de dulces y velas, como aconsejan, de mantelería roja y blanca y de platones y platos también navideños. Nos aferramos a los rituales, buscamos el atuendo con que hemos de brillar en la cena, después que en el salón de belleza intenten hacer lo imposible, con un cuerpo que perdió ya sus viejos esplendores.

Cada día es precioso, porque puede ser el ultimo, no por edad, sino porque el mundo parece estar empeñado en destruirse y hoy hemos escuchado a Putin, advirtiéndole a Biden, que pese su demencia senil, no estamos en los años del auge la de la Guerra Fría, años cincuenta a los cuales ha regresado.

Su obsesión antirrusa hace que suceda lo impensable: que muchos se alegren de la elección de Trump, a quien muchos desearían ver desaparecer no entendiendo que quedaríamos a merced de Vance, mil veces peor y más ignorante que el hombre al que acompañara como vicepresidente.

Hay que orar, orar, repiten los que conocen el poder de la oración para impedir los cataclismos.

Hay que limpiarse con girasoles de toda la basura que se recoge fuera de casa, de todo mal de ojo, y hay que quemar hojas de laurel para que su humo devuelva los espacios su armonía.

Y hay que recordar que la Navidad significa el nacimiento del hijo de Dios en la tierra, y que son los nacimientos lo que importa, no los arbolitos y las luces y adornos.

Ojalá se pueda cantar Noche de Paz

Hay que comprar por lo menos un regalo para un niño, o niña, organizar una tarde de refrescos y dulces con la infancia del edificio o del barrio, porque es esa inocencia lo que necesitamos para volver a creer que un 24 de Diciembre nació un niño en Belén, donde hoy en Gaza las madres escriben los nombres de sus hijos en bracitos, piernas y torsos, para que cuando pase el bombardeo se puedan identificar, se pueda saber que hubo alguna vez un niño que jugaba, iba a la escuela, amaba a sus padres y que hoy nace no en medio de un pesebre, sino en las ruinas de lo que fue su casa.

Hoy es Navidad y hace frío en Ucrania, y hambre y también mueren por cientos los niños destinados a nacer en un mundo con abundancia, sin guerra, sin el estruendo de las bombas, o el horrible sonido del avance tropas y tanques.

Ojalá y podamos cantar Noche de Paz, tan alto que resuene.

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