El Sistema de partidos políticos es fundamental para el fortalecimiento institucional de la democracia. Los partidos cumplen en la sociedad varias funciones entre las que se destacan: transformar la estructura de clases de la sociedad mediante la movilidad social, así como también formar y escoger a los que ocupan las funciones públicas.
Esas son funciones reconocidas como fundamentales de los partidos. Y para ello los partidos deben formar a los políticos, de tal modo que recurriendo a las disciplinas técnico-científicas y filosóficas, puedan diagnosticar la realidad social, al tiempo de elaborar y formular la plataforma programática que ha de servir de guía de la agenda a desarrollar desde el Estado.
Esas funciones de los partidos, sin embargo, en ciertas circunstancias se ven distorsionadas, tal como se ha producido con la globalización del “libre mercado”, en su versión extrema neoliberal, la cual ha distorsionado el principio sociológico de las sociedades modernas de la “diversificación y especialización de funciones”.
Para esas sociedades modernas la función política y de los partidos debe ser desempeñada por profesionales de la política especializados en el manejo de los diversos órganos y funciones del Estado, así como el mundo de los negocios debe ser desempeñado por la clase de los empresarios.
Sin embargo, la conversión de la política como negocio ha dado lugar a la fusión y confusión de los roles de los políticos y de los empresarios, donde el político tiende a convertirse en negociante desde el Estado para ampliar su base de sustentación, mientras los empresarios se ven tentados a convertirse en políticos para aprovechar la función pública para maximizar la “eficiencia” y los beneficios.
A medida que ese proceso de confusión de roles se ha ido expandiendo en nuestras sociedades, se ha ido profundizando lo que se ha dado en llamar el “vaciamiento de valores”, debilitando el componente ético en la vida política y también empresarial, con lo cual se tiende a disolver el criterio de la licitud, acentuando las distorsiones de la corrupción y de la impunidad.
En ese contexto, se facilitan los procesos que estimulan la movilidad social, elevando a las clases medias y capas superiores a muchos de los que viven en la marginalidad social, incluso elevándolos a la categoría de clase gobernante y dominante, pero corrompida y carente de bases morales.
Por ese derrotero también se llega al resultado de la concentración de la riqueza, en detrimento de la mayoría, así como también al debilitamiento, por la corrupción, de los propios partidos políticos, que se descalifican en el proceso.
El debilitamiento de los partidos se observa en muchas partes de la América Latina y del mundo, por eso se cree que todo este proceso amenaza la convivencia democrática, por lo que se ve necesario el fortalecimiento de los partidos en sus funciones fundamentales.
Nuestro país no escapa a la necesidad de que los partidos se fortalezcan. Pero para ello deben pasar por una fase de renovación y de recuperación de los fundamentos éticos y científicos de la política.
¡Hay que renovar y “limpiar” a los partidos!