La estadía en Santiago, el pasado fin de semana, del presidente Luis Abinader Corona y sus colaboradores, ha impactado porque se abordaron los problemas sociales y económicos que obstaculizan la evolución de la sociedad y que perjudican a la población; al mismo tiempo se anunciaron proyectos para superar las adversidades.
Como muestras alentadoras de la instalación del Gobierno Central en Santiago, se pueden citar la celebración de un consejo ampliado de gobierno, el inicio construcción de la carretera del Ámbar, la supervisión de las zonas vulnerables, encuentros con empresarios, productores agropecuarios e industriales y conexiones con sectores populares.
Además, la disposición de establecer la Casa Presidencial en Santiago garantiza una comunicación frecuente y directa con quienes controlan el poder, por tal motivo, permitirá una relación habitual y rectilínea entre el Gobierno y pueblo, proceso que coadyuvara a solucionar los males que afectan a la comunidad.
Se perciben señales que reflejan la modificación al estilo de gobernar, debido al acercamiento de los gobernantes a los gobernados y eso es saludable, en la medida asegura vínculos de la ciudadanía con el Poder Ejecutivo y otras instancias estatales.
No obstante, para que esta modalidad gubernamental no se quede en retórica, es imprescindible complementar las intenciones con realidades, es decir, pasar de las palabras a los hechos.
Cierto, la presencia del jefe del Estado, ministros y otros funcionarios, en Santiago, así como los planes anunciados, generan expectativas fructíferas, pero el éxito dependerá de que se conjuguen la teoría y la práctica, ya que solo de ese modo será posible alcanzar las metas planificadas.
¿Qué se requiere, entonces, para viabilizar el bosquejo gubernamental presentado en Santiago? Es pertinente descentralizar y democratizar al Estado, distribución, equitativa del Presupuesto Nacional y el Producto Interno Bruto (PIB), devolver en obras y servicios los impuestos que se pagan y redistribución equilibrada de los aportes que se hacen a la economía de la nación.
También es indispensable la aplicación de políticas públicas eficaces, efectivas y eficientes, a fin de darle respuestas satisfactorias a las necesidades inaplazables de las personas para que puedan vivir con dignidad.
Es evidente que el Presidente, desde que llegó al Palacio Nacional el pasado 16 de agosto, aúna esfuerzos, sacrificios y voluntades en procura de innovar los métodos en la dirección del país y eso produce optimismo en todos los sectores que conforman la sociedad.
Sin embargo, es trascendental ir mucho más allá del marco teórico y detectar las raíces de la problemática socioeconómica para erradicarlas, porque es la fórmula que influirá para propiciar la renovación de las obsoletas estructuras sociales, políticas y económicas que mantienen a República Dominicana en el atraso y el subdesarrollo.
El momento es recomendable para explotar el ímpetu de la reforma y la transición que afloran en el país, con el objetivo de traducir en acciones las pretensiones del Gobierno, las cuales han suscitado mucha esperanza en el pueblo.
Para concluir la construcción de la democracia dominicana hay que proporcionar trabajo, alimentación, salud, educación y una existencia con decoro; esa es la misión de los líderes del Estado.