Ayer miércoles 25 de noviembre del 2020 se cumplió un año más del asesinato de las hermanas Mirabal, crimen horrendo que levantó la conciencia nacional en contra de la férrea dictadura de Trujillo, y que sirvió para abonar el camino que le puso fin a esa oprobiosa ERA, que llenó de luto y temor a la familia dominicana, y que cercenó las libertades públicas y ciudadanas.
El crimen de las Mirabal no solo animó a los héroes del 30 de Mayo para llevar a cabo el ajusticiamiento del tirano, sino que la fecha de su martirologio fue consignada por las Naciones Unidas, como el Día Internacional de la no Violencia contra la Mujer, como expresión de un homenaje universal al sacrificio de tres mujeres dominicanas que pagaron con sus vidas su actitud firme en defensa de la libertad y la democracia de su pueblo.
Sirve también esa memorable fecha para activar en la memoria de los dominicanos la conciencia nacional para que, el horror de la Era de Trujillo, no vuelva más a repetirse en nuestra Patria.
Por eso los dominicanos deben tener muy presentes las condiciones que hicieron posibles la instauración en el país de un régimen político tiránico y detestable. Esas condiciones se pueden resumir en: la injerencia de los EE.UU, quienes después de la invasión del 1915, prepararon las condiciones internas y externas para la Dictadura de Trujillo; y la situación de descomposición del Estado dominicano caracterizado por la inestabilidad política como consecuencia de las jefaturas caudillistas locales que además promovían la corrupción y el desorden social de la “montonera”.
En ese contexto la emergencia de Trujillo, apoyado por los americanos, procedió a la represión de la población y al crimen político para crear las condiciones del orden y más importante para establecer un régimen en capacidad de apropiarse de los recursos nacionales, anulando la iniciativa privada, al tiempo de proceder a disponer del control absoluto de todos los poderes del Estado, convirtiéndose en un paradigma del modelo de la “dominación personal” como caudillo único.
Ese modelo se interiorizó en la cultura y en la personalidad política tradicional dominicana, de tal manera que hoy día la dominicanidad se podría definir “como ese pequeño Trujillo que todos llevamos dentro”, parodiando el humorismo argentino. Por eso los dirigentes políticos o de otro tipo, cuando llegan a una posición pública con facilidad comienzan a exhibir comportamientos propios del modelo autoritario caudillista, violador arbitrario de la Ley y apropiador de los recursos públicos.
Superar ese modelo de jefatura del poder, es una necesidad para que el país avance hacia el progreso con racionalidad e institucionalidad fundada en la razón y la ley, que es lo que parece trata de seguir el nuevo liderazgo presidencial puesto en marcha por Luis Abinader.
Sirva, pues, el Día Internacional de la no Violencia contra la Mujer, como un homenaje a nuestras tres heroínas de Salcedo, para que los dominicanos fortalezcamos la conciencia nacional para que siempre impere en nuestra nación un régimen político de libertades ordenadas y de democracia institucionalmente organizada, que garanticen el estado de derecho por el que ofrendaron sus vidas las hermanas Mirabal.
¡Honor eterno a las mártires del 25 de noviembre!