Cuando en muchos países se realizan preparativos para iniciar programas de vacunación contra la covid-19, en República Dominicana hay que cruzar los dedos ante un rebrote pandémico atribuido al excesivo relajamiento de las medidas de prevención por parte de amplios sectores de la población y a la indiferencia de muchas autoridades.
De poco han valido reiterados llamados para que la gente asuma el protocolo de prevención del coronavirus, que consiste en uso de mascarillas, lavado frecuente de las manos y mantener el distanciamiento social, como si fuera un deseo colectivo de jugar a la ruleta rusa.
Salud Pública reportó ayer mil 107 nuevos casos de contagios, así como la muerte de una persona por covid-19, con 816 hospitalizaciones, mientras las unidades de cuidados intensivos tienen un 51 % de ocupación, con 235 pacientes en estado crítico, 131 de los cuales están asistidos por ventiladores.
El hospital Marcelino Vélez Santana, que brinda servicio en Santo Domingo Oeste, ya no dispone de camas en la unidad de cuidados intensivos ni en salas generales por la gran cantidad de pacientes con covid-19 ingresados en las últimas horas, por lo que muchos enfermos permanecen en sillas a la espera de que otros sean dados de alta o se mueran.
Una muestra del déficit de conciencia ciudadana sobre el peligro que representa la pandemia fue la celebración de una boda en un restaurante de La Vega, disuelta por la Policía que detuvo a los asistentes por violar horario de toque de queda. Uno de los agentes actuantes llevaba la mascarilla en la barbilla.
Si prosigue el irrespeto al protocolo de prevención del coronavirus, lo más probable es que antes de que concluya el año se producirá un rebrote pandémico que en el peor de los escenarios causaría el colapso del sistema sanitario y se llevaría por delante el programa de recuperación de la economía.
La recepción y distribución de diez millones de vacunas contratadas por el Gobierno dominicano se iniciará a partir del mes de marzo, para cuando lo deseable sería que el número de contagios diarios se reduzca a menos de 300, aun con la aplicación de más de ocho mil pruebas de detección del virus.
No habría motivos a quejas ni lamentos, si por una generalizada desobediencia sanitaria, las autoridades aplican medidas aún más restrictivas que se extenderían más allá de Navidad y Año Nuevo. Restan menos de diez días para que la gente entre en razón.