El presidente Luis Abinader trazó ayer la línea de Pizarro frente a la pandemia y a una crisis económica de ribetes globales, sobre las cuales ha advertido que la recuperación no llegará rápida ni fácilmente, pero ha prometido dedicarse en cuerpo y alma a la tarea de contener el coronavirus y recuperar la economía.
En su discurso de toma de posesión, el nuevo mandatario presentó una radiografía de la situación económica y sanitaria del país, con la promesa de que “nadie va a quedar desatendido ni abandonado a su suerte porque de esta crisis vamos a salir todos y juntos”.
Sin que se afirme que el Presidente ingresó ayer al infierno se admite, como lo manifestó en su discurso de toma de posesión, que “jamás, gobierno alguno enfrentó semejante combinación de retos y amenazas”, como son las crisis sanitaria y económica.
Se recibe como un paso trascendental la promesa presidencial de que más de dos millones de ciudadanos serán incluidos al Seguro Nacional de Salud, con la intención de que para el mes de diciembre la salud pública sea universal y gratuita.
Es bueno y no malo que el presidente Abinader reconozca que “la magnitud de la crisis es tan descomunal que este nuevo gobierno hará lo que sea necesario, cuando sea necesario y el tiempo que sea necesario para rescatar la economía y proteger a las personas y sus empleos”.
Quiéralo o no, el discurso del juramentado mandatario queda atado a lo que se promete emprender para contener una pandemia que ha causado más de mil 400 fallecidos y más de 86 mil infectados, que ha tenido también gran afectación sobre la economía.
Los juicios de valor contenidos en ese discurso sobre el desempeño de las anteriores autoridades quedan para posteriores discusiones en mentideros políticos, porque la sociedad centra hoy su atención en las promesas del nuevo gobierno en torno a la contención de la covid-19 y la recuperación de las actividades productivas y del empleo.
La población estará muy pendiente sobre el compromiso contraído por las nuevas autoridades para promover la independencia plena del Poder Judicial, del Ministerio Público, como fórmula idónea para contener la corrupción pública y privada.
El discurso del presidente Abinader se deja sobre la mesa para revisarlo cada día.
