OPINIÓN: Ética y transparencia

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Uno de los desafíos que habrá de enfrentar la nueva administración encabezada por el presidente electo Luis Abinader, es el relativo a la corrupción y la impunidad en la Administración Pública. Por eso la importancia de un Ministerio Público independiente y de una Justicia eficiente que haga respetar el cumplimiento de la Ley y la Constitución.

En ese orden un paso inicial en el combate a esos males institucionales en el Estado, tiene que ver con la efectividad que pueda desarrollar la oficina de ética y transparencia que ocupará Milagros Ortiz Bosch, como líder de esa agencia persuasiva para la emergencia de una nueva mística en la función pública, basada en la capacidad, la ética y la honestidad con un gran sentido de la decencia y la austeridad.

La experiencia acumulada por doña Milagros sirve de garantía para que ella pueda contribuir con efectividad a eficientizar la responsabilidad que tendrá a su cargo, haciendo más operativa esa dependencia del Estado, la cual ha de servir de dinamizador de los otros organismos que habrán de intervenir para perseguir la delincuencia en el ejercicio de la función pública.

Esos organismos persecutores de la corrupción son la Procuraduría y el departamento de persecución de la corrupción del Ministerio Público, los cuales habrán de motorizar los agentes de la Justicia, de modo que comience a reinar en el país un verdadero régimen de consecuencias, frente a las tantas desviaciones éticas y legales que se dan en el ejercicio de la función pública.

Un aspecto que debe ser considerado para la eficientización de los órganos del Estado en su combate a la corrupción, es el que tiene que ver con los conflictos de intereses y la tentación de muchos funcionarios de aprovechar el cargo público para favorecer negocios de su propiedad. Esas situaciones deben ser evitadas y prohibidas, como lo establece la Constitución, y en esa labor la Comisión de Ética debe jugar un papel estelar.

Esas últimas desviaciones han sido estimuladas por uno de los problemas más negativos asociados a la mística del neoliberalismo, al fundirse el rol de empresario y el rol de político, cuando las sociedades modernas surgieron impulsadas por el principio sociológico de la “diferenciación y especialización de funciones” que hacía que una cosa era ser empresario emprendedor de negocios y empresas, fundamental para el desarrollo del capitalismo desarrollista reformado; y otra cosa muy distinta y separada que era la del rol de político, adiestrado en los asuntos del Estado, para regular e impulsar al sector empresarial, haciéndolo cumplir con el marco jurídico que define el alcance del Estado.

Esa confusión y fusión en gran medida ha servido de caldo de cultivo de la corrupción y la impunidad, al crear una simbiosis entre empresarios y políticos en el Estado, que hace que se protejan y se estimulen mutuamente, según el espíritu de negocios desregulado y sin límites, en violación a las disposiciones de la Ley y la moral públicas.

La comprensión de ese punto crucial se hace imprescindible para que los organismos del Estado encargados de hacer cumplir el marco jurídico y de evitar la corrupción y la impunidad, puedan realizar una labor efectiva en la lucha contra la corrupción y la impunidad.

¡Le deseamos éxitos a doña Milagros en esa delicada misión!   

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