El mensaje del Presidente Abinader puso en evidencia su nivel de destreza política al estructurar un discurso de justificación de las acciones de gobierno y en cuya parte final ofrece la respuesta esperada por la ciudadanía, que era dejar sin efecto los impuestos anunciados en la propuesta del Presupuesto Nacional, al tiempo de exhibir una gran capacidad de negociación con la multinacional Barrick Gold, empresa que con los adelantos acordados solventará la carga impositiva liberada a la población.
Un buen político debe al final de un discurso, en un país como el nuestro, ofrecer un alivio a la población con una oferta atractiva que no sacrifique más a los sectores más vulnerables y castigados por la inequidad, y ahora por la pandemia del coronavirus. El Presidente, entonces, respondió con “sabiduría” a la expectativa de la nación.
Lo demás fue un ejercicio de justificación de la propuesta del Presupuesto como instrumento para enfrentar la crisis agravada por la pandemia, al tiempo de argumentar sobre las condiciones precarias que recibió de la anterior administración, a la que criticó con severidad por haber llevado a la nación a una situación gravosa de corrupción e impunidad, que todavía se manifiesta en el control que mantiene de órganos sensibles como la Cámara de Cuentas, la cual responde a los gobernantes desplazados por la fuerza del cambio.
Por último, el discurso del Presidente ofrece una clara indicación de lo que será su agenda de gobierno para al menos los próximos cuatro años, en lo que espera sanear y fortalecer la institucionalidad democrática de la nación y recuperar el crecimiento de la economía.
¡El mensaje presidencial calma, pues, el ánimo crispado de la nación!
Lecciones del presupuesto
La controversia que ha dado lugar la forma de presentación del presupuesto y su contenido, sobre todo impositivo, debe servir de aprendizaje para el equipo de gobierno.
En primer lugar un proyecto de la envergadura del Presupuesto Nacional, no solo debe ser la obra de una tecnocracia economicista reconocidamente especializada y del más alto nivel, sino que su conceptualización y composición deben atender a las visiones y necesidades de la población.
La visión economicista, tiende por deformación profesional, a poner el énfasis en los aspectos financieros de ingresos y sus fuentes; los gastos y sus destinos; y en el impacto en el déficit y la deuda, soslayando las valoraciones de la ciudadanía llana y no tan llana.
Por esas razones una pieza de esa envergadura debe, en una institucionalidad democrática, pasar por el enjuiciamiento político, donde se determinen previamente la oportunidad, la pertinencia, la factibilidad y la licitud de las medidas propuestas. Y para ello, existen técnicas para su planificación y elaboración que pueden aplicarse antes de darlo a conocer, tales como son los grupos focales y el FODA, entre otras. .
Ese conocimiento previo serviría de orientación para realimentar la formulación del proyecto que finalmente habrá de ser conocido por la comunidad nacional y aprobarse por el Congreso de la República. El Presupuesto debe exponerse al escrutinio de la ciudadanía donde reside la “sabiduría”.
Pero desde este momento, hay suficiente tiempo para socializarlo, debatirlo y finalmente consensuarlo, de modo que se apruebe con el mayor apoyo posible.
¡Qué sirva la lección para construir democracia!