Santiago proyecta una imagen urbana atractiva y positiva, especialmente si la comparamos con el Gran Santo Domingo. En buena parte esa imagen positiva de ordenamiento urbano ha sido consecuencia de la gestión del actual gobierno local, el cual se ha preocupado y ocupado de la limpieza y ornato de la ciudad.
Ese panorama agradable de Santiago, sin embargo, contrasta con ciertos problemas que con el tiempo y la falta de régimen de consecuencias se han ido complicando, como son el problema de transporte público a lo interno de la ciudad; y la contaminación sónica que están afectando la calidad de vida de las familias aun en las zonas residenciales.
Cabe destacar en ese deterioro, el problema de la contaminación sónica que está afectando ciertas zonas de la ciudad. Esa situación es provocada por conductores de autos y motores preparados para emitir fuertes ruidos con su aceleración, alterando la tranquilidad de los residentes urbanos, especialmente en horas de la noche.
El problema se agudiza más con la práctica de conductores que se dedican a realizar competencias de carreras, las cuales se llevan a cabo al menos en tres zonas identificadas, como son el área de la entrada monumental, la avenida Estrella Sadhalá en su parte sur o Yapur Dumit, y en la entrada a Santiago por la avenida Joaquín Balaguer desde Navarrete.
Esas malas prácticas de convivencia urbana, parece que cuentan con la “indiferencia” de las autoridades que están permitiendo que esos vehículos ruidosos circulen con entera libertad por las calles y avenidas de la ciudad y peor aun que se dediquen a realizar competencias que alteran la paz y la tranquilidad ciudadana.
La ciudad de Santiago elevaría su calidad de vida y de circulación por la red vial, si la Policía junto a las municipales, toman carta en el problema y ponen bajo control a los inconscientes urbanos que se dedican a producir ruidos en lugares no preparados para esos fines. Las carreras de autos y de motores ruidosos deben organizarse en zonas especializadas para tales fines. Si esas malas prácticas son debidamente reguladas se podría disfrutar de una ciudad más ordenada y con mayor calidad ambiental.
¡Qué las autoridades municipales y policiales encaren ese problema!
Reconocimiento post mortem
La víctima número 11 de la explosión de la planta de gas de Licey, en Santiago, fue un joven que ocurrida la explosión seguida por el incendio, se dedicó, en vez de proteger su propia vida, a tratar de socorrer a los demás próximos, en un gesto de solidaridad y compromiso con su comunidad familiar, la cual no solo lo perdió a él, sino que perdió a varios de sus miembros, incluida su esposa e hijos menores.
Ese gesto de responsabilidad social del joven Samuel Ulloa merece un reconocimiento por su valentía y arrojo de parte de la comunidad de Licey al Medio y del propio Ayuntamiento de Santiago por su sacrificio en procura del Bien Común. Junto a ese reconocimiento, las autoridades judiciales están en la obligación no solo de esclarecer el accidente, sino de proceder en Justicia a modo de resarcir los daños causados por la irresponsabilidad de quienes debieron supervisar ese establecimiento de alto riesgo.
¡Honremos los ejemplos de vida!