Durante todo el proceso los partidos políticos no han observado el mejor de los comportamientos. Lejos de una campaña civilizada dominada por las propuestas y el respeto en los últimos días han primado las diatribas, descalificaciones, intimidaciones y golpes bajos.
El recurso más socorrido de los partidos ha sido enrostrarse los trapos sucios para captar o neutralizar votantes.
Los principales partidos, que tanta energía han empleado en denuncias para denostar, deben también prepararse para comportarse a la altura del desafío que suponen las votaciones del domingo.
Torcer la voluntad del electorado a través de alguna práctica antidemocrática será muy cuesta arriba por la vigilancia de los observadores internacionales y nacionales, así como por la determinación de la Junta Central Electoral (JCE) de no permitir alteración del orden.
Los inconvenientes que pudieron crear dudas en el montaje han sido superados. Con mucha propiedad la Organización de Estados Americanos (OEA) ha convocado a los líderes de los principales partidos a prepararse para que los comicios no se conviertan en un trauma para la población.
No solo deben aceptar los resultados, sino orientar a sus delegados y militantes para que colaboren con el orden y la seguridad de las votaciones.
El visto bueno que ha tenido la misión de la OEA es de por sí una garantía de que los observadores también asumirán su responsabilidad a la hora de informar sobre cualquier irregularidad que detecten en la contienda.