Si no fuera porque propias autoridades lo han informado, resultaría difícil de creer reclusos de la Penitenciaria La Victoria operaban una red de internet alimentada por 12 parábolas satelitales y seis repetidores de señales, que usaban para estafar a residentes en el país y el extranjero.
Los equipos utilizados para operar un “call center” o centro de llamadas, ante las narices de los carceleros del principal establecimiento penitenciario del país, corresponden a una de las marcas líderes en el mercado de dispositivos de comunicación digital, que fueron instalados en áreas de azotea del penal.
La Dirección de Servicios Penitenciarios y Correccionales (Dgspc) informó que esas estructuras fueron detectadas y desmanteladas “gracias a una labor de inteligencia”, que “pudo determinar que eran utilizadas por los internos para cometer estafas y otros delitos de forma electrónica”.
Lo que no ha podido explicar esa institución es cómo pudo instalarse tan sofisticado entramado tecnológico sin que fuera detectado por las autoridades del penal pese a la estricta vigilancia que se supone mantienen sobre el personal interno en esa cárcel.
Individuos privados de libertad dirigen desde las cárceles a grupos de sicarios y narcotraficantes, desde donde también operan centros tecnológicos para clonar tarjetas bancarias y perpetrar otras estafas electrónicas a través de redes de internet provistas de equipos que requieren de personal especializado para su instalación.
El presidente Luis Abinader admite que aunque su gobierno “ha hecho algunos arreglos” no han sido suficientes para mejorar significativamente el sistema carcelario del país, al tiempo de advertir que para afrontar el problema, se requieren entre tres mil a cinco mil millones de pesos.
El error del gobierno ha sido paralizar la terminación de la cárcel modelo Las Parras, y el de la procuraduría general, de reducirla a un simple cuerpo de delito, basado en el supuesto de que en su construcción se incurrió en corrupción, lo que mantiene en operación a la ignominia cárcel La Victoria.
Hay razones para llevarse las manos a la cabeza ante la noticia de que en un armatroste penitenciario y ante los ojos de custodias y funcionarios, reclusos operaban un centro tecnológico ¡alimentados por 12 parábolas y repetidoras para incurrir en crímenes tecnológicos y quién sabe si también para servir de plataforma al narcotráfico y sicariato.