Al final de todo, habrá que agradecer a la distorsionada experiencia y pobre conocimiento de un “líder” religioso octogenario, reconocido por sus sectarios discursos de apertura del año, que en nuestro país hayamos comenzado con una profunda reflexión sobre la brecha de género.
Quizás le sirva a este señor acostumbrado a manipular tristemente el mensaje religioso y tergiversarlo que no sean solo las feministas, a las que suele satanizar, las que le reclamaron, y que, representaciones de gremios, periodistas, articulistas y personas creadoras de opinión, políticas, así como quienes se expresan en las redes, lo hayan censurado.
Editorializada la preocupación de tal discurso, “anacrónico y mentiroso”, delante de tantas mujeres de fe reunidas el 1 de enero para respaldarlo aplaudiendo emocionadas, como una situación alarmante por el atraso social que representa el mensaje discriminador de mantenernos a las mujeres en la sumisión injusta, anticristiana y no democrática.
No vamos a dar datos del peso de las dominicanas que ya fue sostenido con cifras reales por mujeres empresarias y periodistas en sus reacciones al disparatado discurso que, además, dicen, ha dejado perpleja a nuestra nación pues “dista de la realidad de la contribución de las dominicanas al tejido social y productivo”.
Como expresaran algunas reacciones -y no de feministas- ya está bueno de mantener el ostracismo en hechos y discursos hace tiempo superados utilizados desde el púlpito religioso para mangonear incluso, al poder gobernante. (Por cierto, aunque se haya servido de todos, además, ¿no dijo el viejo pastor que, en este país, ningún gobierno ha servido?).
Culpar a las mujeres de los males de la sociedad es mantener la visión irresponsable y tradicional patriarcal machista, sexista y misógina de las creencias que hacen que los hombres sigan golpeando, violando y matando mujeres. Una visión que el viejo pastor fortalece en su discurso ampliamente.
Y aunque dijera, “Donde dije digo, ahora digo Diego”, no le ha valido: su discurso es el de siempre, retrógrado, reaccionario, carca, atrasado y, sobre todo, alejado de la verdad científicamente relevada.
La moral del pastor es tanta que es doble por eso, en su aclaración, cambia el discurso escandalizador tanto como corresponde a toda persona que practica y promueve la dicotomía.
Es pertinente repetir una de las doce preguntas hechas por una de persona conmovida en estos días de la desafortunada alocución, “¿por qué este señor no pasa la antorcha a predicadores (no necesariamente más jóvenes) más al tanto de los problemas sociales?”.