Uno de los problemas que más preocupa a la ciudadanía es el de la violencia en general y en especial la violencia que se expresa en la criminalidad y la delincuencia.
Los obispos continuamente se manifiestan en contra de los hechos de violencia que sacuden a la nación y que rompen con la paz y la tranquilidad de la vida ciudadana.
Pero esa preocupación también la siente la gente común que se encuentra atemorizada por esos hechos de violencia que azotan a los barrios donde residen las familias.
La preocupación ha motivado a una serie de organizaciones sociales y políticas, a realizar una marcha contra la violencia este fin de semana que se inició frente al Ministerio de Medio Ambiente y culminó en la Plaza de la Bandera.
Esa movilización tiene la importancia de ser un medio para concientizar a la ciudadanía sobre el problema de la inseguridad ciudadana, de tal manera que la misma población se sensibilice sobre la necesidad de cooperar con la solución del problema.
Esa cooperación debe articularse desde la ciudadanía organizada hasta las instituciones públicas responsables de asegurar el orden público y la paz ciudadana. Estas instituciones, Policía Nacional, Justicia y Ministerio Público deben a su vez organizarse para estar en condiciones de combatir con efectividad la ola de delincuencia y criminalidad.
Para ese propósito, esas instituciones deberán sanearse y prepararse, mediante los procesos de reformas y modernización a los cuales deberán someterse, para ponerlas en condiciones junto a la ciudadanía de combatir la criminalidad y la delincuencia, de modo que la nación restablezca el orden y la paz ciudadana.
El patrullaje mixto, de policías y guardias, es un paso de avance en el abordaje de la solución del estado de violencia, pero no se debe quedar ahí, porque la violencia y sus causas van más allá del simple enfoque policial.
Hay que preparar las instituciones del orden público, al tiempo de combinarlas con un plan de desarrollo comunitario de los barrios, mediante un paquete de ofertas que lleven a la juventud de los barrios oportunidades que los formen en el orden y en la capacitación en artes y oficios.
Ese plan de desarrollo comunitario debe a su vez insertarse en la estrategia nacional de desarrollo y en los esfuerzos que hace el Gobierno para impulsar y dinamizar la economía. La violencia, tal como se da en el país y en otros, es una expresión del subdesarrollo y del estado de pobreza en el contexto de una globalización excluyente.
¡Ampliemos el enfoque de la violencia!