ARTICULOS: Orto-escritura: «El plural de zinc, aunque no me guste: zincs»

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Por Rafael Peralta Romero
El 19 de septiembre pasado, bajo la atmósfera del huracán Fiona, los reporteros de nuestra televisión informaban, desde distintos lugares del país, que “los vientos volaron los /zines/ a muchas viviendas”. Es obvio que este hecho tenía que provocar atención.
El zinc, también llamado cinc, es un elemento químico metálico que tiene distintos usos industriales, entre ellos la fabricación de láminas que se emplean para techar viviendas, a las que mayormente llamamos planchas de zinc.
Albergaba la presunción de que esta palabra no era computable, sino que se habrían de contar unidades hechas de este metal: planchas de zinc; Volaron las hojas de zinc; Las autoridades donaron decenas de planchas de zinc. Pero debo admitir que mi apreciación era equivocada.
El zinc, también llamado cinc, es un elemento químico metálico que tiene distintos usos industriales, entre ellos la fabricación de láminas que se emplean para techar viviendas, a las que mayormente llamamos planchas de zinc.
Los lingüistas suelen hablar de la diacronía, un fenómeno que se fundamenta en el estudio de la lengua desde una perspectiva histórica. Tenemos en español una norma según la cual las palabras terminadas en consonante hacen su plural agregando la terminación -es: pan, panes; árbol, árboles; amor, amores; club, clubes.
Resulta que zinc o cinc no entra en ese grupo, sino que se pluraliza solo con agregar -s: zincs, cincs. Forman su plural en -s todos los vocablos que terminan en las siguientes consonantes: b, c, f, g, k, m, p, t. Así lo indica el Libro de estilo de la lengua española, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Espasa, Madrid, 2018, página 26).
En algo estuvieron acordes con la Academia, los reporteros que pluralizaron el zinc, no a partir del número de las hojas o planchas que fueron despegadas, sino mediante la lexicalización del nombre del metal. Ellos articularon “zines” (fonéticamente sines) con la actitud evidente de formar el plural, basados en la sustancia de la que están hechos los objetos que se colocan en el techo, los cuales se contabilizaron como si cada uno fuera un zinc y no una pieza fabricada del referido elemento.
De modo que, de haber dicho, por ejemplo: “El viento voló los zincs de muchas viviendas” o “Este hombre carga con los zincs despegados de una casa”, los reporteros satisfacían las directrices académicas.
Los juegos olímpicos han generado precedentes importantes en eso de pluralizar los nombres de los metales. Me refiero a las medallas que entregan a los competidores: oro, plata y bronce. Y se habla de que determinado país o conjunto obtuvo tres oros, diez platas y quince bronces. De este modo, la cosa (medalla) adquiere el nombre de la materia de la que presuntamente está hecha.
Aquí se ha aplicado la concepción lingüística según la cual la práctica de los hablantes determina la norma, y es lógico que de ahí parten los académicos para registrar en los códigos de nuestra lengua (Diccionario, Gramática, Ortografía) determinadas pautas, ya sean gráficas o fónicas, para un uso uniforme del idioma en pro de un mayor alcance en la comunicación que es, sin duda, el objetivo de todo hecho de lengua.
La lengua es el principal elemento de identidad de una comunidad, justo y conveniente será, por tanto, que el mayor número de hablantes llame a los sujetos y los objetos del mismo modo, así se establece la norma. Y conviene que así sea también en lo relativo a los accidentes gramaticales: género, número, tiempo, persona. En el uso de nuestra lengua concurren libertades y restricciones. L
a correspondencia entre ellas permite al hablante del español la libertad para crear y adaptar términos, e incluso erosionar el orden gramatical, siempre para satisfacer necesidades de comunicación, pero esa libertad es condicional. Por eso debo aceptar el plural de zinc, aunque no me guste: los zincs.

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