Hace muchos años que la Semana Santa dejó de ser una época de recogimiento espiritual para convertirse en período de esparcimiento. La gente por aquí utiliza de distintas maneras los días que marcan la crucifixión y renacimiento de Jesús.
Unos para descansar, visitar museos, disfrutar de la tranquilidad de la ciudad y hasta concurrir a actos religiosos. Pero la inmensa mayoría los aprovecha, dentro de sus posibilidades, para disfrutar en balnearios o en encuentros familiares o amistosos en los que muchas veces el exceso de bebidas les confieren aire de bacanal.
El desenfreno con que muchos se entregan al asueto ha generado el despliegue de amplios programas preventivos, que incrementan los gastos gubernamentales, pero también para proporcionar primeros auxilios, en carreteras, playas y todos los lugares que aglutinan a personas.