OPINIÓN: Un saldo favorable

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El balance final de la jornada electoral deja un saldo favorable para enrumbar al país por el sendero hacia una mayor democracia. Primero, la jornada del domingo transcurrió con el entusiasmo de la ciudadanía y una buena concurrencia de los votantes. Y segundo, pese a lo que se esperaba, el evento se condujo en paz y normalidad, salvo los incidentes violentos en un barrio capitalino y en Barahona, así como otras irregularidades ya tradicionales como la compra de cédulas, que esta vez registró un menor nivel, como lo estableció el informe de Participación Ciudadana.

De modo tal que predominó el criterio de la legitimidad democrática que tiene su origen en la voluntad libre y soberana de la ciudadanía, por sobre la legitimidad fáctica que nace del dinero y de la apropiación de los recursos públicos y privados. El pueblo resistió frente a la profusa circulación del dinero que buscaba doblegar la voluntad popular. Otra vez se dio aquello de “vergüenza contra dinero”.

El pueblo, pues, expresó mayoritariamente su vocación por la vieja doctrina que siempre ha inspirado a una buena parte de la población, por instaurar en el país un verdadero régimen político democrático, fundamentado en la Constitución y el reino de la Ley, dentro del cual se han de desempeñar tanto la ciudadanía como los gobernantes, de tal manera que se supere la “montonera” y la vieja tradición autoritaria y caudillista.

Pero las elecciones no solo validan ese espíritu por la democracia en el pueblo dominicano, sino que habrán creado las condiciones para que se hagan vigentes los principios democráticos de la separación y alternancia de los poderes.

En ese orden, se dejará un Congreso más diverso en su composición y más equilibrado que fortalecerá el debate y el necesario consenso para el conocimiento y aprobación de las grandes iniciativas, entre ellas la del presupuesto nacional y eventualmente la necesaria reforma a la Constitución. Esta última iniciativa deberá tener como propósito consolidar la fórmula sucesoral del poder, que ahora contempla para los que ocupan la Presidencia de la República, la posibilidad de dos periodos de gobierno y nunca más.

Consolidar esa forma de sucesión del mando es un asunto pendiente en nuestro país, siempre amenazado por la tradición del “continuismo y la reelección”, la cual induce a la violación de los principios democráticos de la separación y alternancia de los poderes.

Con un Congreso más diverso y equilibrado se sienta la base para una mayor democracia y transparencia en el ejercicio de la práctica política. Al mismo tiempo con la reforma a la Constitución se sienta la base, también, de la conformación de una institucionalidad de la Justicia que garantice una mayor vigencia del estado de derecho, para combatir la corrupción y la delincuencia y ponerle coto a la impunidad y a la falta de un régimen de consecuencia. De igual forma se reconformarían las altas cortes.

En ese contexto, le toca al nuevo Gobierno propiciar esas reformas, al tiempo de impulsar una política económica para reactivar e impulsar la economía para alcanzar no solo su crecimiento, sino y más importante un verdadero desarrollo dominicano sustentable, justo y respetuoso del medio ambiente y de la gente.

¡Las elecciones, pues, dejaron esa posibilidad a los dominicanos!

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