En medio de la pandemia del Covid, frente a la cual el recientemente instalado nuevo Gobierno ha anunciado su plan de ataque, el país ha sufrido el embate de la tormenta Laura, la cual ha dejado un saldo de muerte, inundaciones y derrumbes de casas, además de daños viales y agrícolas, agravando las urgencias de la población más vulnerable.
Los daños causados asociados al fenómeno natural exigen de los funcionarios actuar con presteza y destreza en la urgencia, mediante operativos efectivos que al menos mitiguen la devastación sufrida por los afectados. Esas afectaciones hay que verlas no como efectos del fenómeno natural, sino como consecuencias directas de la irracionalidad en que los gobernantes y la propia ciudadanía vienen comportándose frente a las leyes que rigen los fenómenos naturales.
Gobernantes y ciudadanía han querido violar esas leyes naturales, ocupando irracionalmente los espacios de las cuecas de los ríos y cañadas y/o poniendo en marcha procesos de urbanización espontáneos, sin tomar en cuenta esas leyes naturales, creando un fenómeno urbano desordenado y ocupando áreas inundables determinadas por los fenómenos naturales como son las tormentas y los huracanes, muy frecuentes en esta época del año.
Esas irracionalidades en el desarrollo urbano por la falta de normas adecuadas de uso de suelos en las cuencas y en las ciudades, son las que se manifiestan a raíz de los fenómenos naturales, como por ejemplo la tormenta Laura, exhibiendo sus dramáticas consecuencias que por lo regular las sufren los segmentos marginados de la pobreza.
A corto plazo le toca a los gobernantes mitigar esos efectos del desastre asociados al fenómeno natural, pero a largo plazo les toca a esos gobernantes volver, si alguna vez lo han estado, a la racionalidad para corregir con programas y planes institucionalizados, los desaciertos en que han incurrido por una política de gobierno guiada por el “oportunismo” y el “inmediatismo”, violando las leyes positivas y las leyes naturales.
El trabajo por hacer es ingente y de grandes proporciones. Frente a esa gran tarea el Presidente Abinader, al menos ha mostrado, con varios de sus funcionarios, su nivel de sensibilidad ante el dolor que les ha causado la tormenta a los pobladores más afectados por el desastre social. Le toca ahora al Presidente orientar a corto plazo la eficiencia de sus funcionarios en los operativos de mitigación y a largo plazo frente a los programas y planes de solución de tantas irracionalidades acumuladas.
¡Edifiquemos sobre esa lección!
El déficit educativo
Los problemas para el inicio del año escolar, así como los daños causados por el paso de la tormenta Laura, ponen en evidencia una de las cuestiones más evidentes del subdesarrollo dominicano, como lo es la falta de educación. Educación tiene que ser la acción más importante en que se deben concentrar los esfuerzos y los recursos nacionales.
Y en ese aspecto cabe destacar la necesidad de la educación política. Los políticos deben ser formados hasta con especialidades para poder operar cualquier órgano del Estado. La formación de los políticos en nuestro país debe ser una prioridad, sobre todo para que puedan operar el Estado con eficiencia, factibilidad y principios éticos y legales, y conectando esos planos con el Bien Común.
¡Eduquemos en política a nuestra juventud!