OPINIÓN: Desafíos frente a la crisis

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La pandemia COVID-19  ha generado una crisis mundial, la cual se expresa en la muerte de 2.4 millones de personas y 109 millones de contagios, desaceleración de la economía, disminución sustancial de la producción agropecuaria e industrial, incremento del desempleo, descalabro del sistema sanitario y la quiebra de múltiples sectores productivos.

Estudios e investigaciones rea­lizados por especialistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), resaltan que los gobiernos de las naciones de América Latina y el Caribe carecen de capacidad financiera para encarar con eficacia los graves pro­blemas sociales y económicos que agobian a la población.

República Dominicana no escapa a esa dramática realidad, por el contrario, la problemática socioeconómica se ha ido empeorando cada día más, a pesar de los esfuerzos del presidente Luis Abinader, con el objetivo de resolver los males que gravitan en las condiciones de vida de las familias dominicanas.

Inflación, pérdidas de cientos de miles de plazas de trabajo, encarecimiento de la canasta familiar, elevados precios de los combustibles,  endeudamiento exorbitante, reducción de la producción, desastre hospitalario, desplome de la economía informal y retraso del Plan Nacional de Vacunación, conforman un cuadro preocupante en el país.

¿Cuáles factores inciden para que la pandemia golpee con mayor fuerza a los dominicanos? El déficit fiscal, estrechez de la economía y que el 67 % de los empleos dependa de la economía informal son males que se conjugan para crear una panorámica más crítica en el país.

Ese cuadro socioeconómico provoca alarma, desesperación e incertidumbre; la vida se ha tornado muy difícil, porque subsistir es complicado en medio de tantas dificultades derivadas del coronavirus.

Frente a esas adversidades  procede que el Gobierno, clase dominante y la población laboral; en fin, gobernantes y gobernados, aúnen energías y voluntades en procura de superar las dificultades por el bien común.

A todo esto se adiciona la imposibilidad de aumentar los salarios, rescatar la mayor cantidad de empleos, estancamiento de iniciativas de los sectores público y privado, merma de los ingresos de la población, traumas psicológicos, limitaciones del sistema de salud, trastornos para la inoculación de los ciudadanos, falta de recursos económicos, carencia de fondos de las familias en aras de encarar sus necesidades cotidianas e  incremento de muertos e infectados a causa de la letal enfermedad.

Para retornar a la normalidad es imprescindible la unidad de todos  los segmentos que conforman la sociedad, cuyo proceso debe basarse en una cruzada patriótica por el   bienestar social, estabilidad económica y la fortaleza de la democracia política.

También, se podrá regresar a lo habitual cuando se vacune a la población y que esas dosis sean efectivas, puesto que será determinante en la búsqueda de la confianza de la gente.

Hoy  República Dominicana necesita que quienes están en la dirección del Estado y controlan el poder  político, actúen con sabiduría, conocimientos e inteligencia y apliquen políticas públicas eficientes, justas, razonables y humanistas, porque solo así se  darán   respuestas a las necesidades perentorias de la población.

Es hora, pues, de “pasar de las palabras a los hechos”, por la estabilidad y la paz social.

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