La dinámica noticiosa va trazando la ocurrencia de hechos en doble vía: unos que son señales del buen desempeño de la economía dominicana; y otros negativos que hacen recordar la brutalidad y la represión del pasado.
En la vía correcta hay que resaltar el novedoso hecho de que el país está en condiciones de negociar con Panamá y las islas del Caribe la venta de unos 700 mil quintales de arroz correspondientes a los excedentes de la última cosecha de ese cereal.
Ese anuncio dice que el país en materia de producción de arroz no solo ha logrado la auto suficiencia alimentaria, sino que a la vez se ha hecho capaz de exportar el excedente de la producción de ese renglón.
La producción de arroz en el país, al igual que otros renglones de la agropecuaria, por lo regular pasa por la denuncia de la precariedad de los productores. Sin embargo, ahora el sector se encuentra en capacidad de producir para el mercado local y también para la exportación, lo que se habrá de traducir en una mayor prosperidad para ese sector y para el país.
Esa pujanza y prosperidad de los arroceros, habla bien de una gerencia del sector y del Estado, dirigido hoy día por un presidente que exhibe un mayor nivel de racionalidad en la aplicación de las políticas públicas en apoyo e incentivo a la producción, de modo que el país se enrumbe por el sendero del crecimiento y del desarrollo.
La aspiración de hacer de la economía nacional una economía de exportación parece que podría hacerse realidad: la República Dominicana parece que se encamina a convertirse en “el granero del Caribe”. Qué se siga por ese camino.
La vía contraria a esa positiva perspectiva se produjo con la actuación de la Policía al agredir la marcha pacífica y ordenada que realizara el Colegio Médico Dominicano, con el apoyo de la asociación de clínicas privadas, y donde se demandaba un pliego de reclamos, que debió ser la base para un diálogo con las autoridades, para como en otras ocasiones llegar a los acuerdos de lugar.
El lamentable incidente, inaceptable, ha provocado la reacción enconada del propio gremio médico, el cual anuncia que arreciará su lucha, al tiempo que las propias autoridades de salud manifiestan su disposición al diálogo al lamentar los incidentes.
Esa situación, creada por una intervención policial imprudente e innecesaria, contrasta con la actitud democrática, transparente y razonable que ha exhibido el presidente Abinader en otras tantas situaciones en las cuales ha tenido que rectificar y modificar decisiones rechazadas por la población.
¡Qué el presidente se disculpe y llame al diálogo con los médicos!