OPINIÓN: Caída del PLD: Razones de una derrota

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Por Enmanuel Castillo 

Luego de los resultados del pasado certamen electoral del 2020, se inicia en el país un proceso de introspección y reflexión dentro de las fuerzas partidarias que salieron derrotadas, en particular en el PLD, partido que un año antes de las ele-cciones perecía invencible como partido hegemónico del sistema de partidos.

Buscando las razones de esa gran derrota mucha gente recure al conocimiento común, obviando las causales estructurales que provienen del conocimiento que aportan las ciencias sociales y políticas. Este último tipo de conocimiento, a diferencia del común derivado de la cultura tradicional y cuyas categorías se contaminan con los afectos y las percepciones subjetivas, pone énfasis en la aplicación de categorías impersonales y neutralmente afectivas, para identificar, mediante la observación objetiva y la comprensión teórica, los procesos y condiciones estructurales que permiten entender los sistemas sociales y políticos, así como la conducta humana individual y colectiva.

Caudillismo y dominio oligárquico

De la cultura política tradicional, se des­prende el modelo autoritario de la “dominación personal”, de donde ha emergido el “liderazgo caudillista”, paradigma de jefatura que ha  predominado en el país, y que concibe la política como una expresión del Estado patrimonialista. Bajo esa concepción, el Estado y su patrimonio se consideran una propiedad personal de los caudillos, que son repartidos de acuerdo a sus conveniencias, beneficiando al mismo tiempo a sus familiares, relacionados e integrantes de su clientela. De esa forma se lleva a cabo la función de coordinación del proceso de apropiación de los recursos públicos, función que exige el control de los poderes del Estado.

De esa función de coordinación del reparto, el modelo caudillista genera una clase go-bernante y dominante, que por lo regular resulta de naturaleza oligárquica, la cual recibe el mayor beneficio en la repartición. De ese modo los caudillos mantienen una relación de intercambio con esos frentes oligárquicos: las oligarquías nuevas o viejas reciben los beneficios de la apropiación privada de los recursos públicos, a cambio de ofrecerles a los caudillos el apoyo para sustentar su dominio personal.

Ese modelo de gestión pública, en gran medida caracterizó lo que algunos  denominan la ERA del PLD, la cual fue  inspirada por el contexto internacional determinado por la estrategia de la globalización neoliberal, la cual ha impuesto el modelo económico del “libre mercado” y la privatización. De esa manera se impulsó una economía favorable a la formación de una nueva clase gobernante y dominante de origen social medio y popular, que se legitima con la máxima ideológica que convierte la política en negocio y al dinero en el valor central de la vida humana. El ex presidente Medina, en uno de sus discursos de justificación de la derrota electoral, resaltó el rol del dinero en la motivación de su militancia.

Bajo esos lineamientos se estimula la formación y consolidación del estamento empresarial, base de la nueva clase, el cual aprovecha su paso por el gobierno o su relación con el mismo para transferirse recursos públicos a través de los proyectos públicos de inversión. Los recursos públicos se privatizan, así como la misma función pública, a través de los múltiples mecanismos de la corrupción y de la impunidad que son los efectos consecuentes que permiten la construcción de la nueva clase.

El PLD en sus dos versiones de Leonel Fernández y Danilo Medina, fue construyendo su dominio, de tipo caudillista y mercantilista, convirtiendo al partido en una organización partidaria hegemónica, que algunos califican de corporación, en capacidad de aplastar o dividir a toda la oposición, recurriendo al control y uso del dinero público y al control casi absoluto de todas las agencias del Estado, Poder Ejecutivo, Poder Congresional y las altas cortes, las cuales respondían a los intereses creados por la nueva clase y por su corporación partidaria.  Los gobiernos del PLD establecieron así las condiciones materiales propias para un régimen autoritario de legitimidad fáctica, basado en el dinero, en vez de la legitimación democrática, y consecuentemente con tendencia hacia una dictadura de vocación totalitaria donde no se admite la disidencia.

Razones del derrumbe del PLD

Cómo se puede entender que el PLD, convertido en esa poderosa fuerza político-partidaria, evolucionara hacia su derrumbamiento, siguiendo una tendencia que amenaza con su sobrevivencia, tal como le sucediera al PRD. Ese declive se viene acentuando después de las elecciones del 2020,  cuando fuera desplazado por  una nueva fuerza política partidaria como el PRM, cuya composición socioeconómica puede calificarse de inorgánica, pero que sin embargo pudo conquistar el voto ma-yoritario de los ciudadanos bajo el lema del “cambio” y ayudado por el conflicto que se generara en el PLD que finalmente lo dividió.

Las razones de ese proceso de cambio y derrota del PLD, la gente común normalmente las encuentra recurriendo al conocimiento común, tal como dijimos anteriormente. Ese conocimiento común en nuestro caso proviene de la cultura tradicional, cuyas categorías conceptuales se originan en el mundo de las relaciones humanas de corte primario y afectivo, donde se forma una personalidad social emotiva y subjetiva que elabora el conocimiento a través de una intensa sociabilidad afectiva, sobre la base de vivencias personales y amistosas, las cuales se expresan mediante las anécdotas y los ejemplos concretos. Para esa perso-nalidad las categorías universales, formales, impersonales y abstractas o son desconocidas o sencillamente resultan “Ilusas”.

En ese orden, la forma de conocimiento primario no alcanza el plano de lo racional-formal, plano en el que se moldea en las sociedades modernas una personalidad entrenada para el mundo de las relaciones secundarias propias de las grandes organizaciones. En ese contexto predominan los patrones de lo formal y lo impersonal, así como el anonimato, de donde emerge una personalidad social adiestrada en el manejo de la teoría de la acción racional. Esa teoría de la racionalidad, que sirve de fundamento cultural a las sociedades modernas occidentales, les permite a los individuos identificar y conectar con objetividad y buena información, los fines con los medios, ajustándolos a los criterios de lo posible, factible, eficiente y lícito o permitido, este último bajo la influencia y primacía de lo ético y  de las “buenas costumbres”.

Formado en la lógica del conocimiento tradicional, emotivo y personalista, la explicación de la derrota del PLD, se busca en la ambición personal de Leonel Fernández por retornar al poder, o en el afán desmedido de Danilo Medina de lograr su continuidad vía la reelección directa o por la vía indirecta de interpósita persona para convertirse en el poder detrás del trono, como antiguamente lo hiciera Trujillo mediante el esquema de los gobiernos títere.

Bajo la comprensión tradicional se relatan todas las anécdotas e incidentes interpersonales que fueron separando a ambos líderes del PLD, hasta culminar con la división del partido, causa eficiente de la derrota del poderoso partido hegemónico.

Causales externas

Pero esa relatoría no permite ver las condiciones estructurales, no personales ni emotivas, causantes de la derrota. Esas causales estructurales parten del objetivo no explícito o manifiesto del PLD de convertir a su cúpula, relacionados y beneficiarios, en la nueva clase gobernante y al mismo tiempo económicamente dominante, promoviendo desde el Estado un proceso violento de movilidad social aprovechando los cargos y los recursos públicos.

Para la creación de esa nueva clase, los gobiernos tanto de Leonel como de Danilo fueron aplicando una serie de mecanismos de apropiación de los recursos públicos, utilizando para ello una amplia inversión pública y un enorme endeudamiento derivado de los recurrentes déficits fiscales, que les permitieron a los funcionarios y relacionados beneficiarios, dar el salto de la marginalidad social de donde provenían, hasta encumbrarse a nivel de las oligarquías, poniéndose en condiciones de asociarse o competir con ellas.

A medida que se avanzó en ese proceso, esa nueva clase gobernante fue capaz de irse apropiando de todos los poderes del estado, para asegurar su dominio y su protección, logrando sustentar su poder vía la acumulación de recursos y el control del Estado. La co-rrupción y la impunidad eran desviaciones éticas imprescindibles y funcionales para la creación de ese dominio de largo plazo.

En ese salto dialéctico, los grupos go-bernantes del PLD, dado su formación doctrinaria de izquierda, tuvieron la “audacia” de incorporarse al modelo de dominación brasileño y venezolano, a través de su vinculación con la Odebrecht y otras multinacionales brasileñas, entrando en conflicto con los intereses hegemónicos de los EE.UU, los cuales vieron cómo los intereses multinacionales de Brasil desplazaron por más de tres lustros a las multinacionales norteamericanas en la ejecución de obras públicas durante los gobiernos del PLD.

Paralelamente la influencia política de Brasil-Venezuela desplazaba al propio go­bierno de los EE.UU en su tradicional rol injerencista sobre los gobiernos dominicanos. Algunos líderes del PLD, como Gutiérrez Félix,  estuvieron conscientes de la pérdida de apoyo de los EE.UU a los gobiernos del PLD, cosa que se evidenciara con la famosa llamada del Secretario de Estado,  Pompeo.

Esa situación conflictiva con la clase dominante global llevó a los EE.UU, a través de la bolsa de valores de Nueva York, a iniciar un proceso de investigación sobre lo que se conociera como la estafa del “Lava Jato”. Esa investigación permitió identificar los mecanismos de la corrupción internacional de la Odebrecht y su red internacional de empresarios y políticos, incluyendo los go-bernantes que recibieron recursos y apoyos electorales vía los sobornos, la sobrevaloración y el financiamiento de campañas.

Descubierta la red empresarial y política que le sirviera de plataforma al llamado “socialismo del siglo XXI”, los EE.UU iniciaron una contraofensiva, atacando primero a las multinacionales brasileñas y después montando un operativo de contraataque para desmantelar los gobiernos que se integraron a la red internacional antiimperialista de Sudamérica, con lo cual detuvo la expansión del “socialismo del siglo XXI”, quedando reducida ahora a solo tres países: Venezuela, Cuba y Nicaragua, cercados y disminuidos por efecto del bloqueo global.

Causales internas

El dominio del PLD no solo chocó con los intereses globales del Imperio norteamericano, sino que al mismo tiempo el conflicto de clases se trasladaba a lo interno del partido. Ese conflicto se fue gestando como consecuencia de la emergencia de dos liderazgos, de Leonel y Danilo, cuya naturaleza caudillista lo condicionó hacia su distanciamiento, al no poder definir una fórmula de convivencia racional y democrática, dada su naturaleza autoritaria y excluyente que hacían irracional y emotiva sus diferencias. De esa forma se entorpeció la función de coordinación e integración del proceso de apropiación, provocándose el conflicto y posterior división en las dos facciones en que cayó el dominio del PLD.

Las diferencias interpersonales entre Danilo y Leonel ahondaron sus diferencias, al quebrarse la unidad dentro de la nueva clase gobernante construida por ambos liderazgos. De esa forma las diferencias evolucionaron hacia el fraccionamiento de la nueva clase, cuando Danilo desplazó a Leonel y pasó a coordinar el proceso de apropiación privada de los medios y recursos del Estado, dándole más preeminencia en esas funciones a la facción que encabezaba, y desplazando a la facción de Leonel, entablándose entre ambas facciones una lucha dialéctica por el poder que como era de esperar dividió al partido.

Esa lucha al interior de la nueva clase se elevó al plano de la cúpula del PLD, la cual sufrió las consecuencias, dividiéndose también en dos facciones irreconciliables que hicieron perder las elecciones del 2020 y cuya evolución, como por efecto de la ley sistémica de la entropía, apunta hacia su auto destrucción, tal como se observa ya fuera del poder.

El nuevo rumbo

Esas realidades sociales conflictivas, que son el fundamento de la dinámica de los partidos, crearon las condiciones materiales para la factibilidad política del PRM, una opción partidaria distinta que proviene de los sectores empresariales medios y pequeños que conforman la clase media, y que aprovechando la condición eficiente de la división del PLD, ha capitalizado el descontento colectivo generado por el conflicto, al tiempo de haber logrado el visto bueno del poder fáctico norteamericano, simbolizado en la llamada de Pompeo. De esa forma el PRM pudo  salir airoso en las elecciones pasadas, desplazando al mismo tiempo al poderoso PLD y a su desprendimiento, La Fuerza del Pueblo, dejándolos en minoría en casi todas las esperas institucionales del poder político.

Para ese inusitado logro político, el PRM no solo alcanzó el “visto bueno” del poder fáctico de los EE.UU, sino que por su intermedio, también logró al final del proceso electoral integrar a su estrategia a los representantes más connotados de las oligarquías más tradicionales, además de las organizaciones de la Sociedad Civil y de la clase media, en una alianza de amplio espectro que arrastró a grandes segmentos populares.

La dialéctica de las clases derrotó al PLD y le dio la victoria al PRM, el cual de manejarse con la inteligencia que emana de la comprensión del conflicto social, producto de las contradicciones de clases, podría crear las bases para un largo período de dominación, ahora no para consolidar oligarquías y caudillos, sino para instaurar un régimen democrático, fundamentado en la expansión de las clases medias, fuente social de sustentación de la democracia y la libertad.

En esta etapa por la que transita la nación, la dialéctica de la historia dominicana favorece una dinámica institucional que haga vigente la institucionalidad para una democracia dominicana fortalecida. Las condiciones están dadas.

Por Enmanuel Castillo

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