A medida que pasan los días, la vida de la gente recobra su normalidad. Las calles y las grandes vías comerciales de las ciudades se van llenando de transeúntes que transitan tras la realización de las transacciones comerciales que les permiten su sustentación.
Esa normalización ha sido estimulada por la necesidad de la gente de “buscarse” la vida, pero también por las medidas asumidas por el Gobierno en su empeño de reabrir las actividades de la economía.
Sin embargo, subyace un temor en la gente sobre la eventualidad de un rebrote de la pandemia del coronavirus, con una apertura que provoque el aglomeramiento de personas, y se rompa el protocolo sanitario que exige la distancia social y el uso de medios de protección de las personas que se movilizan por las calles y los apretujados medios de transporte públicos.
Disuadir ese temor, y mejor aún evitar que un rebrote haga retroceder el control sobre la pandemia, requiere que las autoridades se concentren en su responsabilidad de hacer cumplir y exigir que la gente se someta estrictamente a las normas y procedimientos contenidos en el protocolo sanitario, de modo que las actividades económicas y los requisitos sanitarios se armonicen para que no se disparen negativamente los indicadores de la enfermedad.
Por esas razones las autoridades políticas y sanitarias deben emplearse a fondo para hacer cumplir, en medio de la vorágine económica, el protocolo sanitario. Si se hace así, el país podría seguir avanzando de forma controlada y disminuyendo los casos confirmados de contagio, y de igual manera el número de fallecidos, tal como se ha visto en los últimos días.
¡Mantengamos, pues, el debido control!
Expectativa preocupante
El debido control del Covid-19 se enfrenta a una expectativa al menos inquietante, tal como lo es el mantenimiento del estado de emergencia y del toque de queda. Con este propósito el gobierno ha sometido nuevamente al Congreso un nuevo período de emergencia, mientras voceros de la oposición adelantan que rechazarán la propuesta, con lo cual quedaría anulado el estado de emergencia y el toque de queda.
Es una situación preocupante, al menos en lo que se refiere al toque de queda que es lo que más ha respetado la población. De quedar suprimido ese procedimiento de control, el libertinaje podría hacer fracasar toda la estrategia y el protocolo sanitarios.
La contrariedad tiene su origen en la convicción que tiene la oposición de que el Gobierno y el partido oficial han aprovechado la emergencia y el toque de queda para facilitar e intensificar la labor de los planes sociales de la Presidencia para favorecer la campaña y el posicionamiento electoral del candidato oficial, situación que desequilibra y hace desigual la campaña entre todos los candidatos.
El tema es de difícil solución y se podría pensar en la necesidad de un pacto para condicionar la aprobación de un nuevo período de emergencia, aunque por la dificultad que ello encierra, el mencionado pacto podría no darse y pasar a una dinámica en la que podrían crearse las condiciones que justifiquen la elevación de los indicadores de peligrosidad del coronavirus y, en consecuencia, se ponga en riesgo la celebración de las elecciones.
¡Esa indeseada eventualidad exige ponderación y moderación!